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Una de los temas que dejó en evidencia la crisis sanitaria fue la necesidad de compatibilizar trabajo, familia y tiempo personal como una responsabilidad social y colectiva que traspasa las fronteras de lo que se consideraba como “beneficio laboral”, En el mismo sentido, la transformación de la concepción de las personas como “recurso humano” hacia la “gestión de personas” como factor productivo sensibiliza el impacto que de estas iniciativas tienen en el acontecer humano y social como un derecho al ser en el quehacer. Si bien la concientización e implementación es de más largo aliento, el marco legal otorga un piso mínimo para su desarrollo.
En lo personal he tenido la posibilidad de mayor flexibilidad que la media, no obstante queda mucho por recorrer en espacios o actividades laborales donde la presencia física sigue siendo determinante.Las principales problemáticas se han dado en el uso del tiempo, la doble presencia y los efectos post pandemia. Si bien he ejercido cargos de responsabilidad y liderazgo, desarrollarlos demandó un sobre esfuerzo y dedicación en desmedro del tiempo familiar y personal. Tuve la “fortuna” de contar con apoyo amoroso en el cuidado de las hijas, sin abandonar el propio rol y la presencia impresa como autoexigencia. Lo que expongo como una excepción más que la regla del entorno y que muchas veces suscitó críticas o comentarios desafortunados de terceros.
El caso muestra múltiples casos normalizados en las relaciones laborales, desde el cafecito, el menosprecio técnico, tomar nota, los diminutivos, interrupciones, la secretaría, el orden de la sala. Lo lamentable es que la mujer que pone el punto y corrige estas situaciones es considerada muchas veces como conflictiva por lo que tiende a omitir o “dejar pasar”. Muy buen y divertido ejemplo para comentar. 😉
